Expedición al Monte Fuji

12 agosto 2012 by

Mañana, después de casi tres años de espera, por fin subiremos al Fuji san. Sí, será en plena semana de vacaciones en Japón, y seguramente nos encontraremos un río de gente subiendo, pero es nuestra única oportunidad de ir este año.

Ya durante nuestra Luna de miel quisimos acercarnos lo máximo posible, pero a no ser que alquilaras tú mismo un coche no había servicio de transporte público operativo hasta la temporada oficial que es en verano, en los meses de julio y agosto. Ni siquiera para llevarte a la base de la montaña. Por supuesto no íbamos a escalar el Fuji cubierto de nieve, nuestra meta era coger una piedra volcánica del Fuji para alguien especial. Y sin dejar que ese imprevisto obstáculo nos desanimara, caminamos en dirección al Fuji hasta llegar al Observatorio donde estuvimos un buen rato curioseando.

El viaje de invierno fue fantástico, tuvimos oportunidad de contemplar durante horas un elegante Fuji cubierto con su manto de nieve resplandeciente contra un cielo azul claro que dejaba la montaña totalmente al descubierto. Era un día despejado, sólo unas finas nubes acudieron al atardecer como queriendo arropar ligeramente a la imponente montaña antes de que acabara de ponerse el sol. El cielo cambió de color suavemente, reflejando una mágica gradación de colores crepusculares. Recuerdo nítido el momento en que comenzaron a salir las primeras estrellas.

No sabemos si realmente albergará al Señor de la Tierra Eterna como dice la tradición sintoísta, pero nosotros hemos sido invitados por la misma montaña. Desde el primer día que la observamos maravillados desde la ventanilla del avión preparados para tomar tierra en Tokio. Allí estaba, vestida de un blanco radiante dándonos la bienvenida a su país. Es una imagen que nunca se borrará de mi memoria.

Lo que mañana acontezca lo narraremos pronto aquí, aunque últimamente no lo estamos contando todo, ¡Y están pasando tantas cosas! Japón es verdaderamente un país lleno de sorpresas. En cada pequeño detalle hay algo de encanto. No puedo esperar a estar por encima de esas misteriosas nubes que rodean al monte Fuji. Aunque estoy malita de la garganta y todavía me duele al tragar, sólo tenemos este día para ir… Por supuesto tenemos buenas provisiones ¡arroz, tortilla, galletitas y sneackers! Tanoshi mini shite imasu  \(^-^)/

¡Fin de semana inolvidable! (1/2)

26 junio 2012 by

Hola, voy a ver si consigo lo que me propuse, y escribo un poco más que antes (cosa que tampoco va a ser muy difícil).

Este fin de semana pasado nos propusimos con Miriam aprovechar un poco más el tiempo que nos queda en Japón, visitando un lugar donde no hubiésemos estado y un lugar donde ya hubiésemos ido. La decisión fue visitar el lago Biwa y el Fushimi Inari. La verdad es que la propuesta no fue tal cual digo, ya que el Fushimi Inari lo teníamos pendiente hacía tiempo, ¡desde que estamos aquí sólo hemos ido una vez!

Así pues, nos levantamos pronto el sábado (a las 9 o las 10 xD) y, tras prepararnos, nos dirigimos a una tienda de bentos donde venden cada bento a 267 yens… ¡tirao! además pedí un par de «croque» le llaman ellos, un tipo de croqueta pero con forma de hamburguesa 😕 que sale a unos 25 yens cada una 😀

Para quien no sepa lo que es un bento: Es una ración de comida variada, muy popular en Japón. En ella te ponen arroz, carne o pescado, algo de verdura… hay multitud de bentos diferentes y suele ser una comida muy completa.

Tomamos la bici para ir a la estación de Kyoto, aparcamos en el AEON Mall de gratis ^^; y tomamos el tren dirección Kusatsu, un lugar donde dicen que hay un jardín botánico muy bonito. Llegamos a Kusatsu y tras salir de la estación y ponernos a andar… nos damos cuenta de que… ¡no teníamos ni idea de dónde carajos estaba el jardín! 😀 pensamos que estaría cerca, seguimos andando (…) y finalmente decidimos volver al punto de información turística de la estación. Un señor mayor nos atiende y nos dice que hay que ir en bus y que vale unos 420 yens (¡¡¡por un trayecto de unos 10 km!!!) y bueno, tras pensar si ir o no… decidimos aprovechar, «yakistamos».

Durante el trayecto de bus nos vamos quedando asombrados. Ninguna presencia de edificios y las casas que se veían eran tradicionales, mezcladas con enormes arrozales… a ese enorme verde con motitas oscuras que eran las casas, había que añadir un precioso cielo azul que aquel día nos daba la bienvenida. Al fondo una picuda y pequeña montaña que parecía no darse cuenta de que no pegaba mucho con el entorno.

Llegamos a destino y nos encontramos con una zona enorme de césped que, aunque poco cuidada, daban ganas de tirarse encima y revolcarse… cosa que no hicimos porque seguramente estaría llena de bichos ¬¬

Imagen

Al lado de la zona de césped y una línea de paseo considerablemente ancha, se encontraba «el mar», o lo que es lo mismo, el lago Biwa, acompañado por un señor solitario que, caña en mano, trataba de llevarse algún pescado para su casa. Miriam y yo nos quedamos asombrados, ya que además el silencio que allí había era totalmente relajante.

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Nos pusimos a andar dirección al jardín botánico y nos encontramos una zona llena de arena, en plan playa, con un árbol despistado por medio y con un agua llena de nenúfares. Una gran piedra en el agua daba sitio a un par de tortugas ociosas que, cuello estirado, cabeza firme y ojos cerrados disfrutaban de aquel solecito como si aquella fuera su primera y última vez.

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Nos estaba gustando mucho ese sitio pero le dije a Miriam que si queríamos entrar a tiempo al jardín, teníamos que ir un poco a la idea, por lo que seguimos y, entonces, apareció…

Imagen

Prácticamente sin darnos cuenta y sin saber de dónde salía, una gatita se echó encima de Miriam, maullando como si fuese su dueña. Estaba claro que nos pedía comida. Así pues, nos pusimos en las piedras donde estaba la gatita, sacamos las croquetas con forma de hamburguesa y empezamos a darle trocitos pequeños. La pobre estaba hambrienta, e intentaba quitarnos la comida antes incluso de que tuviésemos tiempo de soltarla en el suelo, mordiendo y arañando a la mano. Se comía los trozos de croqueta sin masticar, y no tenía uno delante de sus narices que ya pedía el siguiente trozo. Tras una croqueta y media empezó a quedar saciada, y lo que en un principio eran unas ganas desesperadas por comer se convirtió en un comer tranquilo y pausado.

Imagen

Imagen

Cuando finalmente acabamos de darle las croquetas, y pensando que se iría… (suele pasar con los gatos callejeros) decidió quedarse y, mirándonos con esa cara que tanto Miriam como yo reconocemos en Kumo, nuestro gato, empezó a hacerse mimos con nuestras piernas. Nos miraba con los ojillos medio cerrados, con cara de tranquilidad, y se comportaba como si nos conociese de toda la vida. Empezamos a acariciarla y ella cada vez se frotaba más con nosotros y nos pedía más mimos. Si Miriam se iba de su sitio, la gatita la seguía y le hacía mimos. Tras un rato se giraba, me miraba, y venia corriendo hacia mi a que la acariciara. Fue increíble.

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Decidimos poner un toldo azul que venden aquí para la gente que va a hacer picnic y comernos ahí los bento, pero parece que a la gatita no le gustó la idea y todo el rato que tuvimos el toldo puesto ella no se nos acercó. Después de comer fuimos con ella y ya se quedó más contenta. Como curiosidad, miraba a la gente como pasaba pero no se les acercaba, e incluso había momentos que daba la sensación que se escondía entre nosotros si por ejemplo pasaba algún perro…

Se nos empezó a hacer realmente tarde para ir al jardín y decidimos irnos, tras dejarla a ella en unos matorrales donde se había metido entre sus varios paseos.

El jardín… bueno, estuvo bien, pero la mayoría de flores estaban bastante «chuchurrías» como diría mi madre… el lugar era bastante pequeño, y creo que con las fotos ya queda bastante explicado como era el sitio. Nos quedamos algo decepcionados.

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Al volver fuimos, como no, a buscar a la gatita. Miriam había guardado algo de comida que le sobró del bento y, aunque la gata no estaba cuando llegamos, nos fuimos a la zona donde la habíamos visto por última vez y, tras llamarla haciendo ruido con el cacharro del bento, salió maullando de entre las hierbas y vino como un perrito que da la bienvenida a su dueño en casa. Repetimos la operación, estuvimos un buen rato con ella y cuando supongo se cansó de tanto mimo decidió sentarse a nuestro lado y cerró los ojos, como suelen hacer los gatos cuando se sienten bien con alguien. No dábamos crédito…

Imagen

Imagen

En ese momento ya se empezó a hacer tarde para otra cosa, y es que el ultimo bus se iba en media hora. Fuimos a la zona de matorrales con el cacharro de la comida (que apenas tocó mientras estuvo con nosotros), se lo coloqué detrás de un árbol y la invité a comer. Se puso a comer y aprovechamos para irnos… pero, tras unos cuantos pasos, la gatita salió de entre los matorrales, maullando, y mirándonos. No nos lo creíamos… fuimos hacia ella y se quedó sentada mientras nos miraba, como no entendiendo que sus nuevos amigos tuviesen que irse o la dejasen allí sola. La acariciamos un par de veces y nos fuimos. Tras unos pasos detrás nuestro se volvió a sentar y se quedó mirando como nos íbamos. Aprovechamos para hacer unas cuantas fotos del paisaje y del increíble y precioso cielo rosado que se reflejaba en el lago, y finalmente nos fuimos.

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

 

Imagen

 

Imagen

 

Imagen

Creo sinceramente que nunca se repetirá algo así, y es que el domingo seguía sin poderme quitar a esa gatita de la cabeza… se nos pasó la idea de volver y llevárnosla, pero hay muchos motivos para decidir no hacerlo… sólo sé que me muero de ganas de volver allí, aunque entre el tren y el bus sale caro. Tampoco queremos que se encariñe realmente de nosotros, seguramente esa gatita es callejera, aunque su comportamiento y ese hambre enorme con el que nos recibió dan que pensar.

La verdad, no entiendo a esas personas que no valoran a los animales como a seres iguales a ellos, al fin y al cabo todos somos seres vivos, y tanto derecho tiene un gato como un humano de estar sobre la superficie de la tierra, y es que parece que tengamos una potestad superior sobre el mundo que nos acoge y a veces pensamos que somos mejores y que el mundo es nuestro. ¿Que tenemos que ir de un lugar a otro? ¡No hay problema, construiremos una carretera! ¿Que hay que cortar árboles y cortar un ecosistema entero? ¡No nos afecta a nosotros, no hay problema! ¿Que en esa carretera se puedan atropellar gatos, perros, u otros animales que vivían allí antes de que se hiciese la carretera? «No pasa nada, mientras no me rompa el coche.» Creo que el ser humano todavía no tiene lo que se merece, la naturaleza está siendo demasiado benevolente con una especie tan egoísta como la nuestra, pero ya nos lo encontraremos, y merecido que lo tendremos.

Bueno, basta de reflexiones, mañana si es posible la crónica del Fushimi Inari!!!

Refrescando la memoria.

23 junio 2012 by

Hola blog.

Hace mucho tiempo que no escribo nada y empiezo a arrepentirme, nuestra aventura aquí ya va llegando a su fin, y es que ya nos quedan casi casi tres meses de nada en este país.

Cuando abrimos el blog para la luna de miel la idea fue sencilla: Dejar un estilo de «diario de bitácora» de nuestra experiencia, compartido con quien lo quisiese leer. El motivo principal de escribir es de beneficio propio, para poder recordar lo que nos ha ido pasando. Esa idea quedó un poco de lado cuando llegamos aquí para estudiar: Teníamos muchas cosas en la cabeza como para dedicarnos a escribir en el blog, y dedicamos el tiempo para relatar en escribir en facebook o twitter. Gran error. Y digo gran error porque no queda para nada ordenado y las «vivencias» quedan amontonadas y perdidas en un enorme cajón desastre. Fotos tenemos… ufff… y recuerdos otros tantos, pero ya no tiene sentido escribir entradas con los recuerdos. Lo único que nos queda es lo que la intrépida reportera Miriam ha ido escribiendo, y es que la idea de seguir escribiendo aquí ha sido suya… ¡MIL GRACIAS!

¿Es pronto para hacer una recopilación de experiencias? Creo que es el momento justo. Esta semana nos hemos despedido de cinco compañeros de clase que han acabado su curso y nos ha dado que pensar. Crees que las cosas van «tirando», pasa un día tras otro, y no te das cuenta de que hay un reloj de arena que te cuenta el tiempo que te queda desde que diste motivos para ello. No tengo mucha relación con las personas que se han ido pero en concreto me llevaba muy bien con uno de ellos, y tengo entendido que está muy afectado por tener que irse, y algo me hace pensar que en tres meses nosotros estaremos igual. Recoger las cosas, despedirse de los profesores y compañeros, de los sitios donde hemos ido (de ese maravilloso y magnífico Kamogawa), del apartamento, de las costumbres que hemos tomado aquí… de todo. Y otra vez a empezar en España. Y se hace difícil, realmente difícil. Si este país nos hubiese traído sin cuidado, si finalmente nos hubiese decepcionado… habría sido mucho más fácil. Tiene sus cosas, como todo, pero nos gusta y nos sentimos bien. Vamos en bici o transporte publico a los sitios en lugar de en coche, vivimos en un apartamento (sin cama ni sofá) tan grande como dos habitaciones de un piso pequeño de España, odiamos algunas aceras donde con cuatro gotas quedan encharcadas y quedamos empapados ni que sea volviendo del cole… pero este sitio nos gusta. Y, personalmente, tengo el corazón dividido entre Japón y España, y eso duele. No todo es crisis o dinero (de lo que nuestro país de origen está fatal), en España tenemos familia, amistades, mascotas, una forma de vida a la que estábamos habituados… pero nos faltan esas personas y esos animales, lo de la forma de vida… bueno, a todo uno se acostumbra, aunque no a echar de menos.

Tengo muy en mente el detallazo que tuvo Albert al principio de llegar nosotros a Japón. Sabiendo que lo estábamos pasando mal (porque realmente fue así, el principio no fue para nada fácil), ni corto ni perezoso se plantó aquí. Ala, 10.000 Km, una media de 15 horas de viaje ida, otros 15 vuelta, una paliza enorme entre aviones y jet lag… y aquí se presento, para darnos ánimos. Albert, no se si te lo he dicho alguna vez, pero si estás leyendo esto: Nunca te podré agradecer lo que hiciste, sin olvidar otro favor que nos hiciste antes de venir. Siento muchisimo si cuando viniste no estaba al cien por cien, pero espero que lo entiendas, en aquél momento tenía la cabeza en otro sitio y lo último que estaba era relajado. No se si te servirá de algo, pero tu visita me ayudó mucho, y a Miriam también. Luego ya viste que con el tiempo nos fuimos relajando y haciendo las cosas con más tranquilidad, pero el principio tuvo tela. Papeleos varios, cálculo de dinero, desconocimiento total del sitio, compras que nos salían por un ojo de la cara por no saber dónde comprar… ¡y no saber ni QUÉ comprar! lo de los kanji ahora lo llevamos bien y nos ayudamos mucho de un par de programas del móvil, pero al principio era una locura… 

Pero como todo principio llega a su fin, el nuestro llegó y nos lo pasamos muy bien. Aunque algo agobiados con las clases por tocar un idioma que prácticamente desconocíamos por completo, la vida aquí se fue suavizando. Nos empezamos a llevar muy bien con los de la clase, empezamos a quedar los viernes para ir a cenar después de clase, para ir a visitar sitios los fines de semana… y pasamos la cena de navidad con gente de Suecia y de Francia, comiendo «meat balls» (típicas de Suecia) paté francés y tortilla de patatas. Y es que intrínseco a esta experiencia está el echo de que nos hemos relacionado con personas de muchos países del mundo: Indonesia, Malasia, China, Japón, México, Colombia, Estados Unidos, Australia, Alemania, Francia, Rusia… 

Lamentablemente tuvimos que dejar esta experiencia aparcada por algo mucho más importante, y es que la madre de Miriam se puso enferma, pero gracias a lo fuerte que es y que tenia muchas personas cerca suyo que la quieren un montón mejoró rápidamente del problema que tuvo… y para la recuperación tuvo a Miriam detrás suyo que la ayudó continuamente a ir mejorando.

Y aquí estamos, que parece que hayan pasado cuatro días desde que volvimos de España y por lo que parece han pasado ya… ¡dos meses largos!

En fin, que me enrollo mucho. No se si cumpliré con lo propuesto, pero «intentaré» volver a publicar lo que nos vaya pasando ni que sea en estos tres meses. Para la luna de miel prometí subir más fotos, vídeos y contar más anécdotas, pero eso no pasó y tampoco me quiero comprometer a hacer lo mismo ahora. 

Pos eso.

Visitantes

18 junio 2012 by

En Mayo después de mucha expectación, por fin llegaron… ¡Javi y Olga! Con gran ilusión fuimos a recibirlos a la parada del Bus Limosina que hace el trayecto Aeropuerto Kansai – Estación de Kyoto. Fue un momento memorable cuando vimos sus cabecitas dentro del autobús que aparcaba. Verlos integrados en parte de nuestro sueño se nos hacía casi irreal. Aunque menos real les parecería todo a ellos que llegaron exhaustos, sin haber dormido nada durante el viaje ni la noche anterior. Pero nuestras momias vivientes estaban de lo más felices, dispuestos a recorrer Japón en dos semanas.

Los acompañamos al lugar de base de operaciones donde la hija de la señora de la casa nos invitó a cenar. Habían ido a buscar ellos mismos una especie plantas salvajes de la montaña, que servirían en la mesa junto con unos enormes platos de temaki sushi, pescado cuidadosamente laminado para envolverlo tú mismo en una hoja de alga y zampártelo. Recuerdo que estaba buenísimo! No sé lo que recordará nuestra parejita de visitantes porque estaban realmente cansados, y estuvimos esperando largo rato para este momento.

Al día siguiente fuimos a ver un poco de Kioto, nos metimos de lleno en Teramachi y el mercado de Nishiki. Había más cabezas que comida para vender, dos largas filas cada una en una dirección, que había que respetar si uno no quería ser aplastado por la corriente. Allí consiguieron un bonito abanico japonés para la duquesa de la Cellera  🙂   Después nos fuimos a comer al Yakiniku, delicioso como de costumbre. Aunque cuando como demasiado siempre me empieza a entrar frío :S

No recuerdo bien el orden de los acontecimientos, pero sé que fuimos a dar un relajado paseo al Kamogawa al anochecer. Otro día dimos una vuelta por la concurridísima Kawaramachi, recorrimos Gion en busca de algún rastro de Samurai o de Geisha, y aprendimos a rendir culto en el Yasaka Jinja. Una soleada mañana cogimos el tranvía para llegar Arashiyama, el paisaje de montañas es maravilloso. Al parecer Javi vivió una intensa situación de peligro cuando un hostil mono de las montañas intentó atacarle en un momento de debilidad. Si hay algún documento gráfico de esta aventura debe añadirse a esta entrada 😀

Otra soleada y calurosa mañana fuimos a visitar Nara, esa tradicional ciudad de templos antiguos y ciervos mensajeros de los dioses sintoistas. Hace mucho tiempo, cuando Nara era la capital de Japón, el Emperador Shomu, ferviente devoto del Budismo, mandó colocar dentro del Todai-ji, el famoso templo «Gran Puerta de Oriente», una estatua gigante de Buda, que se conoce como Daibutsu (Gran Buda). Tuvimos ocasión de asistir a un campeonato de lucha Kendo, conocimos a mil y un ciervos, comimos ramen, saludamos al Daibutsu y Olga salvó la vida de un Dios sintoista convertido en oruga verde que había en la parte alta de uno de los muchos templos.

Durante unos días perdimos la pista de los visitantes, que subieron al shinkansen para conocer otros lugares remotos de Japón. Esperamos que su crónica aparezca publicada pronto en algún libro de aventuras virtual 🙂

Cuando volvieron fuimos a ver el mítico Templo Kiyomizudera. A pesar de la extraordinaria vista desde la gran terraza de madera, decidieron no saltar al vacío para probar su suerte eterna en otra vida. Debajo del templo, cada uno bebió de un chorro diferente de las cataratas de los deseos, sin saber qué tipo de imploración estaban invocando.

Una noche de sábado recuerdo al intrépido grupo de visitantes buscando un local marchoso en medio de unas calles de lo más tranquilo y silencioso. Ya pensaba que estábamos perdidos cuando de un agujero en el suelo emergía un cartel donde ponía «Metro». Unos japoneses la mar de felices nos intentaron convencer de entrar en el tugurio haciendo un considerable descuento en la entrada por ser extranjeros. Estabamos dudosos hasta que el audaz Javi se aventuró a entrar para examinar el local. Desde la rendija de la puerta podía ver una ominosa luz amarillenta que envolvía una perversa música que sonaba como miles de truenos en una cueva. Después de unos minutos de incertidumbre, Javi regresó vivo:»Está bien, hay mucho humo y no se ve nada», fueron estas las palabras con las que todos nos convencimos para entrar. Era cierto, había mucho humo y no se veía nada, era más que inquietante. Frente al escenario un puñado de zombies se balanceaban al ritmo hipnotizante de la música de un DJ sumido en la más espesa de las tinieblas. De repente, un japo pequeñito asaltó a Javi y a Dani increpándolos con una palabra en clave que repetía sin cesar: saico SAICO. Pronunciaba esta palabra mientras se señalaba así mismo, como si quisiera transformarse en algo desatando un terrible hechizo. No recuerdo la cara de Javi porque estaba sumida también en las tinieblas. Hace pocos días hemos descubierto el significado de esta misteriosa palabra en japonés, su traducción es: El Mejor. Posiblemente este hombrecillo fuera el mejor de algo que no pudimos descubrir. Fue muy emocionante y divertido.

Cuando salimos de aquella cueva ya era por la mañana. Yo decidí descalzarme porque habíamos caminado mucho más de lo previsto para llegar a Metro, Javi sin embargo seguió adelante con sus zapatos de clavos 😀 Llegamos a nuestro apartamento y viendo que Olga ya estaba acurrucada y Javi tirado en el tatami tapado con un cojín, decidimos preparar los futones y dormir todos en el apartamento. Javi decía que le dolían los pies, pero se tumbaba siempre de cuerpo completo :)) La paliza que se habrían llevado en Tokio debió ser insuperable. La señora Oruga sin rendir homenaje a su estirpe, deambulaba por las calles cual liebre blanca en el País de las Maravillas arrastrando a un agonizante Javi.

Hemos comido Okonomiyaki, sushi, ramen, a Javi le gustaba mucho el que tenía un pescado grande y plateado dentro :)) Nisshin soba creo que se llama. También katsudon, yakiniku y nuestra especialidad de yakisoba casera que preparamos un día en casa mientras yo intentaba contar historias de terror japonesas cuyo personaje principal habitaba siempre en el cuarto de baño. Ahora conocemos más platos típicos de Japón ¡deliciosos! Poco a poco nos atrevemos a probar más cosas y vamos descubriendo más sitios. Ojalá viniérais otra vez 🙂

Javi y Olga tuvieron que coger la limosina de vuelta una bonita y soleada mañana de primavera, que si no llega a ser porque tenían la reserva de avión hecha, la habríamos pasado subiendo las místicas escaleras del Fushimi Inari. Espero que en un futuro no demasiado lejano podamos reunirnos todos aquí otra vez, incluida la Duquesa de la Cellera y sus esbirros 😀